Las niñas bonitas no dicen palabras feas

En mis épocas escolares, era el famoso «Manual de Urbanidad y Buenas Maneras de Manuel Carreño» que daba la pauta de la buena educación y el decoro en sociedad. Hace años que no vuelvo a escuchar del famoso manual, el cual tenía muy bien descrito como comportarse adecuadamente en cada circunstancia social, inculcando el respeto y consideración al prójimo.

Nuestro lenguaje debe ser siempre culto, decente y respetuoso, por grande que
sea la llaneza y confianza con que podamos tratar a las personas que nos oyen.
– Extraído del Manual de Buenas Maneras de Carreño –

Seguro a Manuel Carreño le daría un ataque si volviera nacer en esta época donde muchas veces las buenas maneras se han dejado de lado y no se pueden esperar ni del propio presidente de un país.

En mi hogar nunca se habló malas palabras, lo máximo que habríamos escuchado es algún «carajo», «caramba» o en el caso de mi abuelita  la Toquita que decía «barajo», me imagino para no decir la palabra tal como es. Aún no me queda claro si CARAJO es una mala palabra, ya que es muy común y se repite con mucho entusiasmo «VIVA EL PERU CARAJO«.

Ahora que Sophia ya empieza a aumentar su vocabulario, tengo que tener mucho cuidado con lo que digo, porque  el 90%  del español que está aprendiendo viene de mi. Es por eso que el otro día me alarmé cuando me dijo: «¡Carajo niña!», Imitando lo que yo seguro en alguna oportunidad le había dicho. Ahora sé que tengo que ser muy cuidadosa con el tipo de palabras que digo, y evitar que se me vaya escapar algún carajo o algo de esa índole. Entonces se me ha ocurrido decirle: «Sophia, las niñas bonitas no dicen palabras feas«, y si mamá dice una palabra así vas a corregirla, porque en casa no hablamos esas palabras. Sé que me entiende, pero el mayor reto va ser conmigo misma porque soy yo la que tengo que ver la forma de que en un momento de estrés y desesperación no vaya salir de mi boca alguna de esas palabras.

Es increíble como casi todo lo que nuestros hijos aprenden viene de nosotros, los adultos con quienes crecen. Desde algo tan básico como la palabras que décimos hasta las actitudes y reacciones. Hace varios meses que le estoy enseñando a ser agradecida y decir «Por favor». Sé que la mejor enseñanza es el ejemplo que le pueda dar, la tarea va ser ardua, así que por más estresada, cansada o molesta que me encuentre tengo que recordar siempre mi propio refrán: «Las mamás bonitas, no dicen palabras feas«.

 

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